Zaratustra tenía su cueva en la
montaña, Merlín su cueva de cristal, el
oráculo de Delfos una cueva en la isla del que tomaba su nombre, Yo, el Oráculo
del Temple, tengo mi cueva en la soledad de la noche oscura de mi alma, en un valle perdido que una vez
fuera quizás el refugio de San Juan De La Cruz. Los profetas como Nostradamus o
los videntes como San Juana de Arco o los mencionados en apariciones en las que
han recibido mensajes para ser transmitidos que a la vez que los de los
profetas, son dados a la humanidad para enmendar errores y evitar
consecuencias, los oráculos de Dios, a diferencia de ellos, no solo hemos oído o visto hechos que pudieran ocurrir, sino que
se nos ha permitido vivir hechos que han ocurrido o están por ocurrir y no nos
toca a nosotros pedir por arrepentimiento o enmienda de actos, solo nos
concierne narrar nuestra experiencia en esta dimensión cósmica maravillosa, sin
agregar ni quitar, sin pedir ni callar pues nada detendrá lo que escrito
está.
La memoria y la inteligencia, la
naturaleza y el universo mismo, con toda su informática acumulada, son al igual
que el hombre, tan solo coparticipes de un plan divino al que ha sido destinada
toda la creación, solo que ellos entienden, a diferencia del ser humano, que
solo existe una voluntad y que nada ni nadie será capaz de modificar o
destruir. El Temple fue creado al igual
que todas las cosas, para cumplir con este objetivo, sin el desgaste de fuerzas
que un día se enfrentaron en su forma pura de energía, creando la materia,
energía contenida dentro de un campo que
ha contenido además, en la conciencia del hombre, conceptos como tiempo y
espacio, que fuera de este campo no existen. La creación del Temple fue
catalogada como una locura de Dios representado por el arcano mayor en la
figura del loco, yo mismo debo compartir esta locura que ha llegado a mí, no sé
si mediante seres de luz que han
sembrado en mi mente estos pensamientos o ideas para escribir estas páginas, o
han sido átomos que se han reinstalado en mi cuerpo físico, cargando
informática de otros cuerpos que han vivido esta historia, yo a pesar de
haberme negado a escribir estas páginas he sucumbido al imperativo que hay
dentro de este yo, y solo espero equivocarme o en ser traicionado por mi
imaginación, sin esperar ninguna recompensa, solo la satisfacción de haber
cumplido con mi deber así tenga que
sucumbir en mi puesto de batalla si ese es mi destino al cual no he tenido
acceso ni se me ha permitido indagar.
El Oráculo Del Temple
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